domingo, 30 de diciembre de 2007

Manifiesto para radicalizar los regalos



Dialéctica del regalar

Es tiempo de fiestas y regalos,
y entre tanta gente
y extraños
en paquetes, comidas y saludos,
hay algunos muy por dentro confundidos,
con cuyas dudas va este manifiesto.

La fiesta está ahora y tenemos por qués
y una rabia tremenda
y también vacilaciones conmovidas.
mientras nos cruzan pasos y afanes
presurosos y múltiples,
y días apretados
como pasta de dientes y hábitos,
externos, estruendosos,
saliéndose, insultando,
y caminan otras realidades paralelas,
las de quienes no tienen
cómo hacer regalos,
porque vienen tomando agüitas y esperanzas.

La fiesta, fuera de nosotros.

Los otros, gritando, movimiento dinero, ajenos,
en vitrinas, en avisos, en cosas,
en regalos porque hay que hacer regalos,
en regalos como siguiendo un ritmo,
en regalos, la orden es hacerlos,
en regalos, sin sentir qué se regala,
en regalos, por corrientes, por contagio,
en regalos para ser bien aceptados,
en regalos, viéndose grandes y buenos y dignos,
regalándose el no mirar la vida.


El regalo, sin embargo, dentro de nosotros,
porque algo nos llega muy al fondo
detrás de los ruidos y los títeres,
del vacío, del uso y el escándalo,
porque junto al oscuro adicto al dinero
hay, también, cierto sentido,
el mostrar cómo somos,
cómo queremos
y el deseo natural de hacer regalos.

Entonces, tú y yo estamos y no estamos,
y en medio del abuso
no dejamos la trinchera del afecto.

De aquí esta dialéctica muy simple,
regalar y mantenerse libres,
regalar hasta las raíces,
regalar de verdad,
regalar la verdad,
regalar dentro y fuera de las fiestas,
regalar siempre, como se espera el futuro,
regalar lo que no es de nadie,
por ejemplo tu risa,
o los sueños que queremos y no podemos recordar,
o una caja con mis grandes vergüenzas,
o el color que habías escogido para ti.

Regalarse uno mismo.

Regalarse uno mismo
es regalar secretos que no deben ser secretos,
como contar la historia de las mejores miradas,
o qué entendemos, por felicidad,
o nuestras preguntas más remecedoras,
o cómo explicaríamos
a un visitante de otros mundos
lo que es el ser humano.

El regalo de verdad,
espacio justo del encuentro
entre lo que sucede y lo que podría ocurrir,
o un cordel de campo envolviendo
aquel momento tan significativo
en que te diste cuenta que crecías.

Regalar por regalar,
cuando torturado,
o engañado hasta el hueso,
o atrozmente abandonado,
o impotente ante quien muere
al lado de tu alma,
o furioso de hambre,
llega, como un regalo, doliendo,
hasta sangrando, pero sanamente,
misteriosamente,
la CONFIANZA,
(tal vez la mano amiga,
quizás el recuerdo de sol),
confianza,
regalo por que seguiste,
seguimos, siguieron,
siendo más persona que antes;
porque ser persona es un regalo.

Regalo, regalo de ser tú,
regalo de preguntar quién eres tú,
regalo al brindarte,
que es ir dando a conocer tu alternativa,
lo que propones a la vida,
el camino para tratar al mundo
de tú.

La poesía del regalo
es un topo que horada los poderes,
y, cuando entendamos con Machado
que la monedita del alma
se pierde si no se da,
se hará persona el fantasma
que recorre el mundo,
esa brisa matinal
del hacer el amor, silvestre,
igual a vivir el amor,
del hacer la revolución
como el venir de todos los días,
esa fiesta igual a mirarse a los ojos,
esa utopía dándole la mano a uno.


De “Manifiesto para radicalizar los regalos”, Luis Weinstein, Ed. Productora Gráfica Andros, Santiago 1980.
Imagen: Gilpin



Canción de Navidad, Silvio Rodriguez

Hay poesía


III Seminario de Profesores de Filosofía - Luis Weinstein



La urdimbre de lo cotidano, del sillón de mimbre, la taza de café, la cercanía de la abuela. La mía era rusa , era sensible, era rencorosa, era buena, era apasionada, era más inteligente que mi abuelo pero lo dejaba bien parado, tenía una sabiduría de vieja campesina, tal vez la adquirió en la adolescencia, tal vez era bruja y no ejercía. Una vez, le pregunté si creía en el diablo. Yo navegaba por los 10 años y era curioso y solitario y buscador de estrellas y de comuniones. Me lo dijo sin vacilar y llegó a mi disco duro y a mi diario: hay cosas malas que le dicen el diablo y cosas buenas que le dicen Dios. Que le dicen...no sabemos...ella ordenaba su ropa mientras cambiaba el mundo..mi abuelo era también ruso , pero más ingenuo, ella lo miraba con amor y pensaba en como ayudarnos a todos a ser felices...sembraba...ya estaba muy muerta cuando empecé a entenderla, incluso en lo que vivía y no sabía...era la sabiduría espontánea como las vertientes que cantan de puro espontáneas.

Texto: Luis Weinstein
Imagen: El Sembrador. Stephano Vitale